El cigarrillo y el embarazo

INTRODUCCIÓN
El fumar es la causa más frecuente de muertes que pueden evitarse. Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS), el porcentaje de mujeres embarazadas que
fuman es del 20 % en los países desarrollados mientras que en los países en vías de
desarrollo es de aproximadamente del 9 %. El humo del cigarrillo contiene más de
2500 productos químicos. No se sabe con certeza cuáles son nocivos para el
desarrollo del bebé, pero en las mujeres embarazadas el monóxido de carbono y las
altas dosis de nicotina provenientes de la inhalación del humo del tabaco interfieren
con el suministro de oxígeno al feto. La nicotina fácilmente cruza la placenta y sus
concentraciones en el feto pueden ser hasta 15 % más alta que los niveles maternos.
El fumar prácticamente duplica el riesgo de que el bebé nazca con bajo peso. Se
sabe desde hace tiempo que retrasa el crecimiento del feto y los estudios sugieren
que además aumenta el riesgo de parto prematuro. Los bebés prematuros y con bajo
peso al nacer tiene mayores riesgos de sufrir problemas graves de salud durante los
primeros meses de vida, incapacidades permanentes (parálisis cerebral, retraso
mental y problemas de aprendizaje) e incluso la muerte.
La exposición habitual al humo del cigarrillo de otros fumadores también puede
reducir el desarrollo del feto. Es importante tener en cuenta que hay que dejar de
fumar incluso después de que haya nacido el bebé. Tanto el padre como la madre
deben abstenerse de fumar en la casa y deben pedir a las visitas que hagan lo
mismo. Los bebés expuestos al humo sufren más problemas en el aparato
respiratorio inferior (bronquitis, neumonía y asma) e infecciones en los oídos que
otros niños.
Naturalmente, fumar también es perjudicial para la salud de la mujer: las mujeres
fumadoras tienen un riesgo mayor de padecer cáncer de pulmón y de otros tipos,
enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y EPOC. Dejar de fumar no
solo disminuye los factores de riesgo para el bebé sino que además contribuye a
mejorar la salud de los padres y les permite dar un mejor ejemplo a sus hijos.
En las páginas siguientes describiremos brevemente los efectos y
asociaciones del hábito de fumar para la salud de la embarazada y su feto,
basándonos en estudios realizados alrededor del mundo que respaldan la siguiente
información.
Embarazo y tabaquismo
Ciertos fenómenos sociodemográficos, tales como los cambios estructurales
en la población, la mayor urbanización de la misma, el mayor acceso a la educación
y el ingreso de las mujeres a formar parte de la población económicamente activa,
han incrementado la prevalencia del tabaquismo en el sexo femenino. La ausencia de
sistemas de información y vigilancia sobre este tema impiden realizar esfuerzos
globales para su control. Fumar conlleva a numerosos problemas de salud. Cuando
una mujer embarazada fuma, además de poner en peligro su salud, hace peligrar la
de su propio hijo. La sustancia más tóxica y ampliamente usada a la que está
expuesta la mujer gestante es el humo del cigarrillo.
No se conoce con exactitud cuál es el número de mujeres que fuman durante el
embarazo y es difícil su evaluación, ya que muchas de ellas niegan ser fumadoras en
sus primeras consultas médicas. La estimación de mujeres fumadoras durante la gesta
es del 12 al 20%.
Otros estudios han comprobado que los niños de madres fumadoras, al ser
fumadores pasivos, tienen mayor probabilidad de desarrollar enfermedades
respiratorias en los primeros años de vida.
La nicotina es el principal alcaloide del tabaco y es el responsable de los efectos
farmacodinámicos del humo del cigarrillo. Esta se absorbe desde el tracto respiratorio
y la mucosa bucal distribuyéndose rápidamente a través de todo el organismo. La
nicotina es un estimulante del sistema nervioso central y causa la liberación de
catecolaminas desde la médula adrenal y las células nerviosas determinando
vasoconstricción, elevación de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial.
La nicotina ha sido implicada como causante de serios efectos adversos en el
feto atribuibles a insuficiencia placentaria y por exposición directa de la misma sobre
el feto.
En adición, junto con la nicotina, existen otros gases, tales como el monóxido de
carbono, óxido de nitrógeno y ácido cianhídrico que pueden causar hipoxia por
diferentes mecanismos.
La afinidad del monóxido de carbono por la hemoglobina es de cerca de 300
veces más alta que la del oxígeno, elevándose los niveles de carboxihemoglobina fetal
hasta un 10-15 % del total de la hemoglobina circulante, cuanto mayor sea la cantidad
de cigarrillos fumados por la madre. El óxido nítrico forma metahemoglobina, mientras
que las cianidas forman cianometahemoglobina, siendo ambos productos incapaces
de transportar oxígeno, por lo que dichos gases pueden causar hipoxia fetal y
placentaria.
El tabaquismo es la forma de adicción a drogas más común durante el embarazo
y cerca del 30 % de las mujeres dejan de fumar o reducen significativamente el
consumo de cigarrillos cuando se enteran que están embarazadas, no modificando su
conducta el 70 % restante. Es por este motivo que el manejo de la dependencia a
drogas debe ser realizado por un equipo multidisciplinario, compuesto por el médico
obstetra, neonatólogo, obstétrica, enfermera, trabajador social y psicólogo.
Efectos del cigarrillo sobre el embarazo y etapa perinatal
Abortos espontáneos: las primeras hipótesis sugerían que el estradiol en las
mujeres embarazadas fumadoras no se encontraba dentro de los niveles normales,
provocando en consecuencia abortos espontáneos. Hoy en día se ha corroborado
que no existen diferencias significativas en los niveles séricos de estradiol en las
mujeres fumadoras y no fumadoras, aunque sí parece haber una alteración en la
implantación del óvulo fecundado en el endometrio debido al aumento del tono
muscular del miometrio, incrementando de esta manera la incidencia de abortos
espontáneos en la población de mujeres fumadoras. Por otra parte, la nicotina es
capaz de activar la fosfolipasa A2, aumentando los niveles de prostaglandinas,
induciendo de esta manera abortos espontáneos.
Infertilidad Secundaria: el tabaco podría aumentar el riesgo de infertilidad
secundaria, con un riesgo relativo de 3,0 aunque otro reporte no logró demostrar
que el alcohol, la cafeína y el tabaco tengan algún tipo de influencia sobre la
fertilidad.
Embarazos ectópicos: la población femenina fumadora tiene mayor incidencia
de embarazo ectópico por alteración del transporte del óvulo desde el ovario hasta
el endometrio. Esta alteración se debería a la disfunción ciliar en las trompas de
Falopio. El riesgo relativo es de 2,5 con un 95 % del intervalo de confidencia,
reduciéndose a 1,4 si la mujer fuma menos de 10 cigarrillos diarios.
Placenta previa: aunque no se sabe aún el motivo, hay un sensible aumento de
la probabilidad de tener placenta previa, aumentando el riesgo de un parto
complicado. El riesgo de placenta previa en mujeres sanas no fumadoras es de
5/1000 y en fumadoras de más de 10 cigarrillos diarios es de 20/1000.
Desprendimiento placentario: algunos autores sugieren que el monóxido de
carbono genera hipoxia local a nivel placentario, produciendo necrosis sincicial y
aumento del grosor de la membrana sincicio-trofoblástica. La consecuencia de lo
antedicho es la disfunción placentaria con alta probabilidad de desprendimiento de
placenta.
Parto prematuro: el 6,7 % de todos los nacimientos son recién nacidos de baja
edad gestacional. La mayor parte de este porcentaje lo ocupan las madres que han
fumado durante el embarazo.
Alteraciones inmunológicas: las mujeres embarazadas fumadoras suelen tener
un recuento de glóbulos blancos permanentemente elevados. A su vez, el moco
cervical contiene un elevado nivel de nitrosaminas con disminución de células de
Langerhans, dando como resultado la disminución de las defensas locales y
aumenta la probabilidad de infecciones recurrentes del cuello uterino y del amnios.
Las nitrosaminas son sustancias carcinogenéticas que pueden inducir displasia
cervical y carcinomas in situ.
Policitemia neonatal: se realizó un estudio caso-control sobre 32 mujeres
embarazadas fumadoras y 90 no fumadoras. Fueron valoradas en 3 oportunidades
(semanas 28, 32 y 36) controlándose el monóxido de carbono exhalado para
establecer la severidad de la adicción y poder relacionarla con el hematocrito y
hemoglobina del cordón umbilical al nacer. Los valores de dichos parámetros fueron
mayores en los recién nacidos cuanto más severa era la dependencia al tabaco de
la madre durante el embarazo. El humo del cigarrillo, además de contener nicotina,
también contiene altos niveles de monóxido de carbono y compuestos de nitrógeno.
Dado que la afinidad del monóxido de carbono por la hemoglobina es 300 veces
mayor que la del oxígeno, los niveles de la carboxihemoglobina fetal pueden
aumentar hasta un 15 % del total de sangre circulante, induciendo la producción de
mayor cantidad de hemoglobina para favorecer el transporte de oxígeno.
Malformaciones congénitas: la nicotina en sangre podría inducir malformaciones
congénitas, tales como alteraciones esqueléticas, de cadera y palatinas. Estas
observaciones han podido ser comprobadas en animales, no así en el humano.
Bajo peso al nacer: en Inglaterra se estudiaron las historias clínicas de 17.000
recién nacidos consecutivos, concluyéndose que el peso del recién nacido de
madre fumadora era significativamente menor que en aquellos de madres no
fumadoras. Este descenso de peso comprendía la reducción proporcional de todas
las dimensiones corporales como la altura, los perímetros torácicos y craneales,
relacionándose incluso la dosis con dicho descenso. La reducción promedio de
peso fue de 458 gramos en las madres fumadoras activas y 192 gramos en las
fumadoras pasivas. Un estudio griego logró relacionar el descenso de peso al nacer
con los niveles séricos de estrógenos durante el embarazo, confirmándose bajos
niveles de estrógenos en el 91 % de las mujeres embarazadas fumadoras activas,
con una reducción promedio de peso al nacer de 190,8 gramos. En Polonia se
estudiaron 1.165 niños en edad escolar con un cuestionario acerca del tabaco en su
núcleo familiar, relacionándose un mayor descenso de peso al nacer con el flujo
principal de humo del tabaco (el flujo inhalado en forma directa) que con el flujo
lateral (aire contaminado con humo del cigarrillo inhalado en forma continua). En la
ciudad de Salvador (Brasil) se realizó una tabla de factores de riesgo para predecir
el bajo peso al nacer, entre los que se cuenta el tener menos de 21 años o más de
35 años de edad, edad gestacional menor a 38 semanas, antecedentes de parto
dificultoso previo, intervalos menores a 12 meses desde el último nacimiento,
tabaquismo e hipertensión arterial. Otro trabajo estadounidense sobre 2.418
mujeres concluyó que el grado de nicotina medida en orina se asocia directamente
al descenso de peso al nacer, a la ruptura del saco amniótico y al parto prematuro.
Muerte súbita del recién nacido: Mitchell y col. realizaron en Nueva Zelanda un
estudio caso-control a nivel nacional a fin de establecer una relación entre el
tabaquismo durante el embarazo y el síndrome de muerte súbita del recién nacido.
Se pesquisaron 485 muertes por este síndrome y 1.800 casos control, obteniéndose
como dato estadístico que el riesgo relativo a padecer el síndrome de muerte súbita
del recién nacido era de 4,05 en la población de madres fumadoras sobre la
población no fumadora. En cuanto a las fumadoras pasivas, dicho riesgo relativo es
de 2,41. Otro estudio asoció el tabaquismo materno con el síndrome de muerte
súbita del recién nacido, concluyendo que el 12 % de todos los fallecimientos por
este síndrome eran de madres fumadoras durante el embarazo.
Alteración de la función pulmonar: la función pulmonar que se puede objetivar
en el recién nacido es la medición del patrón respiratorio, que es la relación del
tiempo máximo corriente y el tiempo total de espiración (tPTEF/tE). Le Souef
estudió el patrón respiratorio en 108 neonatos pretérmino de un promedio de 33,5
semanas de gestación, encontrando alteraciones de dicho patrón en 40 de ellos,
todos ellos de madres fumadoras. El valor promedio fue de 0,369 en los neonatos
cuyas madres fumaron durante el embarazo, y de 0,426 en aquellos que provenían
de madres no fumadoras (p<0,02). En otro estudio realizado en los Estados Unidos
se estudió una población de 8.863 niños no fumadores de 8 a 12 años de edad,
llevándose a cabo a cada uno de ellos una prueba de función pulmonar. Los niños
cuyas madres fumaron durante el embarazo y que dejaron de fumar después del
parto presentaron pruebas funcionales deficientes, sobre todo a nivel de la medición
del FEF 25-75. Estos datos han sido confirmado por otros trabajos de investigación.
Asma bronquial: la prevalencia de ésta patología ha aumentado en las regiones
industrializadas, sugiriendo que la exposición ambiental juega un papel importante
en su fisiopatogenia. El 25 % de la población infantil en los Estados Unidos está
expuesta al humo del tabaco en forma pasiva. Esta exposición aumenta
sensiblemente la probabilidad de padecer tos crónica y sibilancias. Debido a que
por lo general la mujer que ha fumado durante el embarazo no deja de fumar
después del parto, no se han podido establecer fehacientemente los efectos
intrauterinos del tabaco con respecto a la génesis del asma bronquial. Solamente el
3 % de las mujeres que fumaron durante el embarazo dejaron de fumar después del
parto, asociándose a un aumento de la historia de sibilancias y tos durante la
primera infancia.
Trastornos del aprendizaje: el tabaquismo durante el embarazo podría afectar el
aprendizaje escolar en niños de hasta 6 años de edad. Existen evidencias que la
nicotina es un teratógeno neurocomportamental. Atraviesa la placenta y produce
cambios en la función neuronal de la descendencia, incluyendo disminución de la
captación de serotonina, alteración de los sistemas dopaminérgicos y en neuronas
periféricas y centrales, cambios en la síntesis cerebral de ADN y ARN. Estos datos
deben ser manejados con suma precaución.